jueves

Pequeña muerte

Ha dejado de llover de repente. Toda la humedad abandona mi cuerpo y siento la sed apoderándose de mis juntas, de mis abotargados engranajes.

En la oscuridad que antecede a la tormenta ahuequé mis manos, corrí entre los charcos junto a las aceras palpitantes, lamenté no haber abierto más los labios.

(Como si se pudiera beber más fuerte.)

Después. Ha dejado de llover.

El cielo se abre y desaparezco.

Mi corazón bombea ahora despacio. En un silencio confortable para mi mente se presume a lo lejos una fiesta, luces, una melodía de Coltrane. Me veo allí, brindando con gintonic.

Mientras, aquí, la sed desplaza mi cuerpo y pervivo solo en el vacío.

Desvelada, y con mi piel ya cuarteada, improvisada de sol, me esfumo.

Y todo porque ha dejado de llover.

Y ha sido de repente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario