viernes

Llegaste por ejemplo para cantarme las cuarenta o para poner tal cosa en su sitio.
Nos adentramos apenas entre las voces y los bailes y el incesante barullo y parece que siempre termináramos por encontrarnos de una manera o de otra.
Mientras discutimos casi con dulzura parecemos una larga hoja en blanco, todas esas laderas blancas de un invierno que vive solo y crepita.
Nunca te había visto, si te digo la verdad, pero te conozco desde mucho tiempo antes. Y eso tú también lo sabes. Por eso a veces me sonríes como si nada, irónicamente, como si en ese instante de nuestras vidas cruzadas, tus manos hubieran sido las llaves y mis ojos la puerta.
Adentro, el fuego de una chimenea.