lunes

Las luces de la ciudad se desploman

sobre arena invisile

sobre las tres lunas

que habitan entre tus rizos.

...

Rompe la noche

en cuanto te das la vuelta

y pides más hielo por favor.

Tus ojos apenas perciben

que yo estaba allí

esperándote

con toda una fábrica de cubitos para colmarte.

Pasado este insomnio

y con el hielo esparcido

por todo el parqué,

bailamos una melodía

absorta

en nuestros labios.

...

Los vecinos han llamado ya a la policía.

Y cuando me toman declaración,

afirmo haber visto la ciudad

rendida

justo debajo de tu pecho.

Me declaran culpable de todos los cargos:

Quebrantamiento del vacío

(de la aurora)

esparcimiento de estrellas

(por tu boca)

allanamiento de morada.

jueves

A la vuelta de la esquina,
una avalancha de palabras metálicas
desordenadas y absueltas
retozan al sol

después de una larga jornada
de pronunciamientos.

Quizá encuentre un oxímoron
para tus ojos.

viernes

- Caramba, -dijo el ratón- el mundo se hace cada día más pequeño. Al principio era tan grande que me daba miedo. Yo corrí y corrí sin parar y me alegré de ver por fin las paredes lejanas a un lado y a otro. Pero esas largas paredes se han estrechado tan deprisa que ya estoy en el último cuarto, y ahí en el rincón está la trampa en la que tengo que meterme.
- Solamente tienes que cambiar la dirección- dijo el gato, y se lo comió.


(Franz Kafka. Praga, 1883- Austria 1924)

miércoles

La isla perdida


Rompe el mar. Rompe cíclico sobre rocas eternas que aparecen y desaparecen ante mis ojos ajados por el salitre y la espuma. Azul, verde, ocre de algas y moluscos, espero la llegada del barco que me llevará de vuelta a América, el continente, y a América, la soñada.
Dos nadadores emergen de las aguas con pulpos y palos.
Dos mujeres y una niña les esperan en los callaos.
Junto a la playa, barcas y aperos de pesca devorados por el óxido y el aliento del mar esperan un deshaucio que nunca llega.
El sol asoma a lo lejos mientras sube la marea.
Cierro los ojos apenas y ya diviso mi barco entre los olores que saturan mis sentidos.
Y siento el ahogo de la pérdida que se aproxima
y busco en la playa un recuerdo inerte que quepa en un bolsillo mientras ya rompe el mar en mi mente,
la espuma baña mi estómago
y baña mis venas de isla divisada,
de isla hundida en el pecho antes que cualquier amor,
antes de que una ola me empujara hacia mi primer soplo de vida.
...
Agrupación Sindical De Educación Y Descanso-Cuadro Canario – Tango Herreño
Calle Sur – Alma Llanera

lunes

Volvíamos de la vendimia.
Recogimos toda la uva que pudimos y la cargamos a la espalda todo el tiempo que fue necesario.
Bajamos desde las cumbres con el viento de cara.
La sal de la costa enfureció mi pelo y me concedió un aspecto de recogedora de moluscos y algas.
- Pareces una loca interesante - me susurraste.
...
¿Cómo puedo aún ruborizarme ante ti al brindar con ese vino?
Su buqué es terriblemente salado
.

viernes

Mi amor se bifurca cuando tus ojos se cruzan en mi camino.

No sabría quererte con estos dedos, pero ellos, ciegos, te buscan.

Todas aquellas canciones, todas las carreteras secundarias y el sabor duro de tu ternura regresan a mí, seas o no tú el pedazo que me falta.

miércoles

Lecturas desde mi Isla


Rodeada de mar por todas partes,
soy isla asida al tallo de los vientos...
Nadie escucha mi voz si rezo o grito:
Puedo volar o hundirme...Puedo, a veces,
morder mi cola en signo de Infinito.
Soy tierra desgajándose...Hay momentos
en que el agua me ciega y acobarda,
en que el agua es la muerte donde floto...
Pero abierta a mareas y a ciclones,
hinco en el mar raíz de pecho roto.

Crezco del mar y muero de él...Me alzo
¡para volverme en nudos desatados...!
¡Me come un mar batido por las alas
de arcángeles sin cielo, naufragados!

Dulce María Loynaz (La Habana, 1902-1997)

lunes

Capas

Esta mañana me desperté exhausta por un sueño. Mi cuerpo estaba formado por miles de capas laminadas a base de materiales como el esparto o el arroz o las hojas de palma.
Cada vez que pasaba un cierto tiempo perdía una capa en un acto de dolor extraño.
En uno de los múltiples espacios vividos dejé atrás una capa de colores de lana de llama, gruesa, tejida a mano y conformada apenas de algunos momentos de amor fugaz antes del adiós, y mucho antes del nuevo amanecer.
También me arranqué con fuerza una capa de hilo metálico que me arañaba la piel en las esquinas y que era yo en un espejo que colgaba de todos los techos, reflejada una y otra vez, como si no tuviera más remedio que ver siempre la misma imagen. Hubo sangre, pero también voló lejos.
Me desperté justo después de quitarme la capa de agua de catarata, que me recorría la espalda como una jauría de besos. Me olía a verde. A lluvia ordenada. A todas las voces que me acompañaron desde el principio, cuando aún andaba de rodillas. Me desperté porque una gota se enganchó a mí. Sin embargo, solo acaricié mis hombros con dulzura y seguí durmiendo.
El sol entra por la ventana y se posa ahora en mi piel.
Desnuda.

jueves

Pequeña muerte

Ha dejado de llover de repente. Toda la humedad abandona mi cuerpo y siento la sed apoderándose de mis juntas, de mis abotargados engranajes.

En la oscuridad que antecede a la tormenta ahuequé mis manos, corrí entre los charcos junto a las aceras palpitantes, lamenté no haber abierto más los labios.

(Como si se pudiera beber más fuerte.)

Después. Ha dejado de llover.

El cielo se abre y desaparezco.

Mi corazón bombea ahora despacio. En un silencio confortable para mi mente se presume a lo lejos una fiesta, luces, una melodía de Coltrane. Me veo allí, brindando con gintonic.

Mientras, aquí, la sed desplaza mi cuerpo y pervivo solo en el vacío.

Desvelada, y con mi piel ya cuarteada, improvisada de sol, me esfumo.

Y todo porque ha dejado de llover.

Y ha sido de repente.

Iregua dejó este regalo a las puertas de Bubangos. Pero no en las que te encuentras junto a la cancela. En las de adentro. De las que no guardo las llaves...

Encontré esa joya en uno de mis viajes a bordo de "El "Destino", un galeón viejo y desvencijado. Las olas lo mecían a su gusto y yo me sentaba a mirar el movimiento de mi "Destino", mientras conversaba con el crujir de las piezas de madera de roble del barco.
No tenía compañía y sin embargo no sentía necesidad de gente a mi alrededor. "El Destino" era especial, y no había embarcación parecida a ella.
Cuando llegué a Puerto Esperanza sentí la terrible sensación del placer de atracar mi galeón durante un tiempo. Junto al muelle había una tasca llena de marineros, todos fuertes y solitarios. Entré allí, mis pasos eran como los de un elefante. Grandes y seguros. Me tomé un Bourbon, sin hielo. Sentí el fuego arañarme la garganta, lo hice despacio. Esos hombres de mar no iban a achantarme. Miré hacia el fondo, allí brillaba una luz, detrás de una cortina vi asomarse unas manos. Una sombra estaba esperándome.
Mi joya es un collar de flores.
Es un suspiro delicado
una orquídea hablando la lengua de las mariposas
el salvaje rugir de las olas cuando hay tormenta
el trueno que no suena
la lluvia en verano.
Es una cena a la luz de las velas,
el misterio de hacer lo inesperado,
ser sin saber quién ni por qué.
Es flotar sobre una nube sin alas
caminar en una barca sobre un volcán,
dar vueltas como la luz del faro en la noche.
Mi joya es un poco de miel en la punta de la lengua
la mirada tras un vaso.
Ella es,
la incógnita.
Mi Joya.
"El Destino" duerme en puerto mientras exploro esta nueva tierra. Esta ciudad desconocida y misteriosa. Lugar de ángeles y demonios. Marineros y pescadores.
Hoy duermo y descanso en Puerto Esperanza. Aquí cuidaré esto que he encontrado.
Por lo menos hasta mañana.

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lunes

Más lazos

En respuesta a ti (http://sayak.blogspot.com/)
Nos encontraremos en las escalas de cada travesía. En cada puerto te recibiré con un collar hawaiano de flores de tantos colores que nos reiremos como niñas muy pequeñas. No disponemos de los horarios de este barco, no tiene importancia. Cuando llegas a puerto solo un abrazo y tierra firme bajo las huellas.