lunes

Capas

Esta mañana me desperté exhausta por un sueño. Mi cuerpo estaba formado por miles de capas laminadas a base de materiales como el esparto o el arroz o las hojas de palma.
Cada vez que pasaba un cierto tiempo perdía una capa en un acto de dolor extraño.
En uno de los múltiples espacios vividos dejé atrás una capa de colores de lana de llama, gruesa, tejida a mano y conformada apenas de algunos momentos de amor fugaz antes del adiós, y mucho antes del nuevo amanecer.
También me arranqué con fuerza una capa de hilo metálico que me arañaba la piel en las esquinas y que era yo en un espejo que colgaba de todos los techos, reflejada una y otra vez, como si no tuviera más remedio que ver siempre la misma imagen. Hubo sangre, pero también voló lejos.
Me desperté justo después de quitarme la capa de agua de catarata, que me recorría la espalda como una jauría de besos. Me olía a verde. A lluvia ordenada. A todas las voces que me acompañaron desde el principio, cuando aún andaba de rodillas. Me desperté porque una gota se enganchó a mí. Sin embargo, solo acaricié mis hombros con dulzura y seguí durmiendo.
El sol entra por la ventana y se posa ahora en mi piel.
Desnuda.

2 comentarios:

  1. Puedo imaginar esas capas. Como si con un microscopio pudiese observar descamarte y renacer. Me gusta la imagen del agua. Es fresca y siempre es un placer en verano.
    Gracias por tu fidelidad.

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  2. No es fidelidad. Es verdadero gusto por lo que escribes, que ha llegado hasta aquí como un regalo con su delicado envoltorio, que se mantiene siempre en el sabor dulce de la sorpresa y la intuición de un horizonte de palabras al que miramos a la vez cada tarde en una extraña coincidencia...

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